El otro día una amiga me contó que a veces van a repartir comida entre la gente que se busca la vida en la calle, les llevan un zumo con magdalenas y napolitanas, y charlan con ellos un rato. A algunos no los conocen y con otros ya han coincidido otros días.
Este lunes pasado hicieron una ruta por el centro de la ciudad repartiendo entre los que se encontraban. Cuando pasaban por la plaza de la Virgen no había gente pidiendo en la puerta ya que estaba la policía por allí, pero vieron alejarse a José que ya conocían de otros días. Fueron a buscarle y el les agradeció que les diera algo de comida. José es moreno, delgado, con la cara esculpida por los avatares de la vida; hace un par de años perdió a su hermano que era su único compañero. Les explicó que hoy era su cumpleaños, y que después de estar pidiendo no había reunido reunir un euro y pico que es lo que le costaban tres latitas de pulpo de marca blanca que es lo que necesitaba para cenar. Le felicitaron por su cumpleaños, dándole lo que pudieron (para que se comprara lo que quisiera) y se despidieron hasta otra ocasión.
Hay mucha gente que hace lo que puede (colabora en una ONG, da dinero, da tiempo,...) y aunque a veces parece que no sirva para nada hay que pensar que gota a gota se hace un mar. Y en estos tiempos de crisis es especialmente necesario que todos hagamos lo que podamos según nuestras circunstancias. Aunque sea felicitar a otra persona el cumpleaños en un día en el que igual no se lo ha dicho nadie.
¡Feliz cumpleaños José!
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