sábado, 4 de febrero de 2012

Educación pública, excelencia y voluntad

Gracias a Dios existen aun maestros con vocación que pese a las dificultades que tienen en su trabajo, en el colegio, siguen erre que erre en querer que sus alumnos puedan aprender no solo conocimientos de las diversas asignaturas que imparte, sino que aprenda, a pesar incluso de la familia que tiene ese alumno o de la sociedad de la inmediatez que le rodea, que el esfuerzo es el único método de poder conseguir o al menos intentar alcanzar sus objetivos en la vida.

Es evidente que en España, la enseñanza pública ha bajado el nivel de exigencia y amparándose en unas leyes permisivas, se ha llegado al tan alto elevado de fracaso escolar que nos azota.

La educación pública siempre ha sido la oportunidad para que las clases menos favorecidas y más modestas pudieran formarse y llegar a tener la oportunidad de acceder a las mismas posibilidades que los alumnos de clases más pudientes. La función de la escuela pública debe ser la garante de que todo alumno, sea cual sea su origen social, pueda llegar a ser igual de formado que los que pueden tener más facilidades.

Por eso, he de confesar que no tengo ninguna actitud de compadecerme por los alumnos con necesidades educativas especiales, porque si se les compadece y sólo se siente lastima por ellos, lo que se hace es bajar su nivel de autoexigencia y a su vez anularles la voluntad, que sin duda es el instrumento, en muchos casos su único instrumento, por el cual puedan salir adelante en la vida.

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